Si te cruzas con algún fantasma aquí adentro, simplemente ignóralo; pero si se pone fastidioso, recítale algún verso en voz alta, que con eso será suficiente... (Si te toman por loco, no es culpa mía.)

sábado, 25 de junio de 2011

El espejo (entre Borges y Moebius)



Debo a la conjunción de un espejo y de un tema de Dark Sanctuary (click en el reproductor de música para escucharlo) las efímeras líneas que siguen:


                               

Parado frente a un espejo,
inmóvil, observo mi rostro,
sin pensar, sin sentir.

Soy una estatua de sangre, de dientes,
de pelos, de venas;
futura ceniza derramada en el tiempo.


Y hay pupilas
que tenuemente cambian su mínimo diámetro.
Hay algún músculo que súbitamente late,
y que súbitamente duerme.

El espejo se replica,
se multiplica la geometría,
malévola contenedora de fútiles sustancias,
de fluidos, de ausencias.

Sucumben los espacios,
se arrellana el sonido,
se silencia el latido,
se desvanece el pulso.

Se quiebra el espejo interior,
el efímero cristal se multiplica
y me multiplico.
Me disloco en mil imágenes,
soy muchos, soy todos
(los que fui, los que soy
los que acaso, habré de ser).

Me reconozco en esas fisonomías
multiformes, ora payasescas
ora grotescas, ora alegres,
ora dolientes.

En cada espejo hay una vivencia,
una sensación,
un sentimiento,
una pérdida,
un sueño,
una ganancia…

(Hay espejos que me muestran en paz,
en otros me veo agazapado de furia.)

Espejos en los que soy un niño,
en algunos un anciano,
en el siguiente,
ya estoy muerto.

Me quedo viendo el espejo
en el que soy un fantasma.

Desprendido ya de mi vestido de sangre,
sólo me sospecho en un vacío sin reflejo.

Sé que estoy ahí, aunque no pueda verme.

Pero además, hay otros rostros.
Son los rostros de los reflejos más lejanos.

(De algún modo creo recordarlos
pero me abandona la memoria
y ya no puedo ni nombrarlos.)

Acaso sean pretéritos
espectros de mi ego
formados por esa combinación
de sensaciones y sentimientos
de lo que alguna vez fui,
de lo que en algún recóndito lugar
de vidas y de mundos pasados
amé y odié,
comprendí o ignoré.

Hay espejos en donde mis hijos,
muy pequeños aún, me sonríen,
y juegan y corren…
Otros más allá
ya no están conmigo.

Hay espejos en los que veo morir todo
lo que alguna vez amé…
(La estatua frente al primer espejo, llora.)

Y hay espejos en los que veo nacer todo
lo que alguna vez odié.

Luego,
renace lo que amé y mis odios se esfuman.
(La estatua frente al primer espejo sonríe.)

Sé que detrás del último espejo,
detrás de la última cara,
de la última mueca,
está la respuesta que añoro,
el sentido,
lo que me justifica.
(Acaso esté Dios…)

¿Cómo llegar hasta allí?

Luego comprendo la disposición de los espejos:
dispuestos como en una cinta de Moebius,
el último es el primero:
su reflejo es la contratara de lo que veo.

La estatua delante del espejo,
sin piedad, pero no sin miedo
se dispone a atravesarlo.

Estallan los cristales,
se derrumban los muros...

Un dios
o un cancerbero
me está esperando...



Desde las catacumbas de mi alma, con amor.... Rashek.