Si te cruzas con algún fantasma aquí adentro, simplemente ignóralo; pero si se pone fastidioso, recítale algún verso en voz alta, que con eso será suficiente... (Si te toman por loco, no es culpa mía.)

sábado, 27 de abril de 2013

Amor sueños eternidad... (en la voz de Jorge del Nozal)


Con profunda emoción revivo ahora, a partir de haber sido elegidos -y bendecidos- por la maravillosa voz y eximia interpretación de Jorge del Nozal—,  los que fueran, allá por mayo de 2011,  los primeros versos que subí a este blog. Es decir, ha sido Jorge, a través de su arte, quien les ha dado nueva vida. No tengo palabras de agradecimiento suficientes que puedan  retribuirle a él su maravilloso y desinteresado regalo.

 ¡Gracias Jorge!


Amor, sueños, eternidad y dioses (en la voz de Jorge del Nozal) :






Enlace a la web de Jorge del Nozal:  duendepoeta.blogspot.com


Aquí transcribo los versos de mi poema:
  
En el vasto juego de la eternidad
los ínfimos momentos de felicidad humana
conforman nuestro paraíso;
son la expresión más acabada y palpable
de la existencia probable
de nuestros dioses añorados...
Acaso lo único que,
al eliminar todo prejuicio o toda creencia,
nos acerca la brutal esperanza
de que nuestras vidas han sido forjadas
por alguna causa divina...

Los sueños son,
en la vastedad de nuestros universos inconscientes,
el material en el que se forjan pequeños vidas
y pequeñas muertes.
Unas necesitan irremediablemente de las otras
para existir...
morir al soñar...
resucitar al despertar...
Un mismo e íntimo acto.

Pues no hay resurrección sin muerte
como tampoco hay muerte sin resurrección.
Todo es ilusión de tiempo.
Una utopía que en el vasto juego de la eternidad
se diluirá inexorablemente.

¿Cómo valorar lo que existirá por siempre?
¿Cómo amar lo que jamás morirá?

Es la muerte,
son los sueños utópicos de eternidad,
lo que nos hace humanos,
lo que nos hace amar.

Es la muerte en sí misma, una prueba de amor.
Es la mismísima muerte de Dios
en el camino de la eternidad,
en la que se encuentra el sentido de este Universo.


        Desde las catacumbas de mi alma, con amor.... Rashek.




lunes, 22 de abril de 2013

El poblado de mis sueños




Cuando en medio de la noche,
sobre mi pétreo cuerpo derribado,
los ángeles del sueño
dibujen en mi rostro una sonrisa,

Cuando mi pecho enmudecido
exhale un quejido de claveles
y muy adentro de mis sombras,
en sus fauces su fervores se agiganten,

Cuando mis firmes piernas
se vuelvan más firmes todavía
y como un fantasma descosido
mi cintura se voltee y se disloque
en busca pánica
 de tus umbrías diamantinas,

Cuando mis tenues párpados dormidos
 dentro de mis mantas perfilen
 vagos caminos de cofradías insensatas,
 sinuosos recuerdos de dorada pantera
o vuelos de inmemoriales aves azuladas,

Cuando viajando hacia mi centro,
muy adentro del abismo de mi alma,
un músculo de fervores desquiciados
vaya poblándome de frenéticos jardines
y una violenta y pesada lluvia
 acaricie mis más íntimos,
 gruesos y furiosos cálices de hombre,

 Será entonces que en medio de esas flores lacrimosas
revolcado entre espinas y ademanes
con las formas  insensatas de  un suicida enamorado
 la lujuria de mi corazón
(ya alienado por tus perfiles intuidos)
será un burdo tambor desenfrenado.

Llantos quejumbrosos esculpirán
los lentos estertores de tu cuerpo
y como curvos ríos de sangre,
como hirvientes e insensatos
ríos de lava roja
fundirán las epidermis,

Y Así, clamarán
pechos contra  pecho,
muslos contra muslo,
montañas contra valles,
ventiscas contra truenos…

¡Oh demonios del deseo, de la noche  y la lujuria!

¡Nos rodearán los embriones 
fantasmagóricos de comensales depravados…!

Burdos duendes
depredadores de fluidos,
 degustadores de lamentos,
y de labios y salivas y jadeos…

¡Escaldarán con sus morados mantos
la suave carne de tu pubis!

¡Oh aromas de almizcles y de alcoholes marinos…!
¡Oh cópula invencible de fantasmas…!
¡Oh anémonas incipientes,
tentáculos antojadizos !

¡Serán tus dientes y mi carne
 la hendidura filosa,
 la birrefringente mueca de azucenas y de rosas
la derramada sangre de mis labios
sangre de tu sangre,
ríos de mi sueño,
que con su rojo fieltro supurado
en goce suplicante
envolverán nuestros perfiles,
acariciarán los lentos atavíos
de tu sombra y de mi sombra.

Ya envueltos en la orgásmica nube del éxtasis,
ni una tropa de arcángeles guardianes
o las mismísimas huestes del demonio
podrán arrancarte de mí.

Te atraparé entonces
 y con mi manto incesante de lujuria
 encadenada a mis latidos
te llevaré rumbo a la luz de mis sábanas…

                                                        ***

Despierto lentamente…
y te busco…
Un aroma a rosas invade mi habitación…
Hay pétalos y espinas,
derribados sobre mi almohada…

Hay pétalos, retazos sudorosos de tu piel,
afuera y adentro del infinito poblado
de mis sueños…

Sé que con el último pétalo a mi sueño robado,
ya reconstruida la rosa,
 al despertar,
desnuda y temblorosa,
 estarás a mi lado…



                                    Desde las catacumbas de mis sueños, Rashek.



Adjunto el audio del poema, para quien guste escucharlo:

jueves, 18 de abril de 2013

Fantasmas persistentes



La cuestión es que yo la esperaba. Y la cuestión es que «el que espera desespera». Detrás del cristal de aquel viejo cafetín de Boedo, los minutos, como perdigones indolentes, pasaban cerca de mí, pero no me atestiguaban; mi rostro iba trocando desde una mueca poblada de euforia hacia otra más sutil, pero más patética… ¿Debo aclararles ahora que ella nunca apareció? Para esclarecer de algún modo la situación, acompaña a este texto un poema: lo escribí, de un tirón, arremangado sobre una fría mesa de bar, poblado de ausencia. 



Es una lanza infinita la que atraviesa mi alma
cuando tus silencios ignoran mis tristes ojos.
Cruel e indómita tu indiferencia. Soy despojos
del que fui ayer. Sangrante estoy en tu palma.

Es una cuchilla asesina que atraviesa mi corazón
cuando tus ojos fijos, al otro lado del ancho cristal
me esquivan como a un leproso. Pavoroso y distal
es el muro ya derruido de mi fragmentado blasón.

Cual blasfema doncella irrumpiste en mi literatura.
Ahora, petrificado, ya no respiro sin tu corvo aliento.
¿Tú no entiendes maldita esquiva como me siento?
Por ti arranqué mi máscara: te espantó mi caricatura.

Falacias disfrazadas de caricias fue aquel diálogo,
y resulta que ahora mi sinceridad fue burdo fiasco    
por el que decidiste apartarte. Mis despojos masco
y engullo. Este poema ruin es un burdo monólogo.

Aunque no respondas, infinitamente habré de amarte,
aunque la noche caiga doliente, sobre mi rota espalda.
                                        ***
(El nepente asesino de una desazón  acaso no escalda    
al persistente fantasma que en una cercana noche…

                                                           …habrá de cazarte.)
                                                                         
                                                                               
                                            Con la voz de mi fantasma, Rashek.






Por falta de tiempo, nuevamente, les debo el audio... 


* El dibujo que adorna esta entrada pertenece a Adolfo Ruiz Mendes (adolforuizmendes.blogspot.com)




                                                     

jueves, 11 de abril de 2013

Microrrelatos exitosos





1

Quería conseguir un microrrelato de una línea. Único. Fatal. Impertinente. Lo logró. (?)


2

Ahora bien, cebado por su éxito, quiso intentar otro micro, pero que siendo el doble de extenso que anterior (dos líneas), consiguiese un efecto multiplicador. Fue un fracaso rotundo.


3

Se dijo que la tercera era la vencida y que lograría al fin el gran efecto buscado, pero doblando nuevamente la apuesta: fue a por cuatro líneas. Un micro realmente sorprendente y devastador. No importaba el método a utilizar. Tomó su revólver… (pero con tal mala suerte que el tiro se le escapó antes de tiempo…)     Requiescat in pace.


                                                                                                
                                                                                                       César A. Pacheco





sábado, 6 de abril de 2013

Un microrrelato para salvar al mundo




   Aquella noche el poeta, bajo la amarilla luz de una lámpara, concibió un poema imposible. En sus versos confiscó la pureza de los ángeles, el sonido del viento; otorgó lucidez al nepente, anestesió la omnisciencia de ciertos dioses. En las noches subsiguientes, al recitar la segunda estrofa, enmudeció al trueno e inmovilizó toda llama nacida del fuego. Tardíamente horrorizado, cuando ya casi todo era parte de un vacío insondable, pasados siete días, quiso destruir el poema. Su resolución no fue feliz. Entendió que, aniquilados los elementos del orbe, era imposible quemarlo o ahogarlo. Más difícil todavía sería olvidarlo. Comprendió con horror que, sin los favores del olvido, los inextricables pasos de su manifiesta entropía acabarían por devorar al mundo. ¿Cómo confundirlo en su memoria? Fue entonces que sospechó que el único camino válido era transformarlo en otra cosa, en otra clase de recuerdo; conjurar los temibles versos bajo las formas de otra literatura. Extraviarlo en las insondables páginas de una novela hubiese sido inútil: imposible recitar por completo las nuevas formas que aniquilaran las profanas rimas. Por fin, para intentar perderlo, para intentar olvidarlo, para esconder su monstruoso secreto, se decanto por confundirlo en las escuetas pero certeras líneas de un microrrelato. Durante mil y una noches deconstruyó el poema, tendiendo puentes invisibles hacia las nuevas formas.

                                                                       ***

Sabemos, al día de hoy,  que el anónimo autor del poema ha logrado derrumbarlo en su memoria y ocultarlo a nuestros ojos; también que su oportuno arrepentimiento  ha deshilvanado los hilos de la destrucción. Valga de prueba el que algunos de quienes compartimos esta lectura lo hacemos escuchando el crepitar del fuego bajo una estática chimenea o escuchando alguna tierna melodía surcada de risas o de cuerdas o del  silencioso aullido del viento… Lo que no podemos saber es en que momento de su extenso camino, la humanidad, como cegada viajera lanzada hacia los rincones de su anhelada eternidad —quizá bajo la premonitoria forma de un retorno nietzscheano— habrá de repetirse, de replicar esos lejanos versos, de reescribir aquel sombrío microrrelato… Certero guardia de la memoria de aquel poeta, nada nos asegura que esta forma de ocultamiento sirva de igual modo a la nuestra; replicado en el presente, ese conjuro acaso quede invalidado para nosotros… Es por ello que, a ti, estimado escribidor de escuetas y maravillosas ficciones, te imploro: si al ejecutar tus certeras líneas observas que la tierra se abre a tus pies o el fuego que te alumbra queda sordo e inmóvil, antes de que sea demasiado tarde, hazte el favor de destruirlo. O, en todo caso, piérdelo tras las formas de otra literatura; quizá, tras las rimas de un poema.


                           
                                                                César Augusto Pacheco





lunes, 1 de abril de 2013

Alquimia de las gárgolas




Como una estatua de sangre
silenciada por el tiempo
o como un loco desquiciado
aquella mañana rota
sin siquiera verte, volé a tu encuentro.

Recuerdo que fue el viento
aliento quejumbroso de mi alma
el que me susurró al oído
que tu perfil dorado
para siempre se había ido,
que ya no habría de volver tu corazón
a latir cerca del mío.

Me quedé inmóvil, llorando
arremangando mis esperanzas rotas
acurrucado, difamando la escasa dignidad
de mis espaldas.
Tomé mis sienes, y con mis manos
las estrujé como naranjas…
Fue un crujido seco,
o un tenue sacudir de huesos.

Se desprendió mi alma de la carne
y en fuga insensata,
la tropilla  voraz de mi deseo
la condujo en tu búsqueda.

Mas, desorientada mi alma
se extravío en lo profundo de un bosque
sin poder abrazarte.

Sé que algún día
volverá mi alma sollozante
a incorporarse a mi osamenta.

Mientras tanto,
mi corazón de piedra,
 agazapado, observa al mundo
vacío, mudo, sin latidos,
esperando a que sea el viento
aquel mensajero
que arrepentido de su error le avise
que en alguna bella costa
ha visto posada la niebla de tus ojos.

Sé que las gárgolas que anidan en tu pecho
algún día volverán a batir sus alas
para acariciar las mías,
para rozar mis labios
 o establecer su alquimia dorada
cerca de mi aliento.

Sé que algún día,
de la mano de mi alma fugitiva
volverá tu sombra,
a posarse en mi ventana,
y entonces, el pétreo chapitel de mi esperanza
invencible, reconstruirá sus sueños.


Desde las catacumbas de mi alma, Rashek




Adjunto el audio del poema, para quien quiera escucharlo: